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  • Foto del escritorPatricia Lugo

Chocolate


"En la memoria se resguardan los momentos más amorosos, los más dolorosos y aquellos que se quedarán plasmados hasta el interior de nuestra alma"

Hoy el día es bastante soleado, en el entorno hay relajación total, se escucha a lo lejos el cantar de los pajaritos, el rozar del viento entre las hojas de los árboles y la música de fondo, que me hace mirar a un punto fijo, dejarme llevar y recordar y recordar...


Comienza a oler a chocolate caliente, bajo despacio las escaleras de esa casa grande y fría, rodeada de madera, en donde se refugia el amor de una familia de tres, con una estrella que nos cuida desde el cielo. Al bajar escuchó a mamá parlotear en la cocina, mover cosas de aquí para allá como un baile ensayado, sin verla, conozco sus movimientos en busca de perfección, pulcritud y limpieza, queriendo dejar todo en orden.


Al llegar a la cocina, veo esa mujer de piel clara, cabello rubio con una sonrisa de amor puro hacía mi, la olla que esta en la estufa, interrumpe mi atención, un aroma a chocolate caliente que entra sutilmente en mi nariz con un tono dulce, que combina la leche caliente con la vainilla. ¡Por dios! un aroma tan simple, tan mío, tan hogareño, tan mexicano, aroma a chocolate caliente.


Aún sin asomarme a la olla, puedo imaginar en ella la espuma que se ha creado por la fricción del molinillo de madera que lo mezcla todo. Esas burbujas de leche y chocolate caliente, con apariencia cristalina, pero con aroma a mamá. ¡Delicia absoluta! chocolate de cuidado, que te protege en días de miedo, en días de lluvia, en días de soledad, de añoro.


Volteo de nuevo a ver a mamá, me prepara una "Concha" (Pan mexicano con una costra azucarada) y me pide que me siente, vierte un poco de chocolate en una taza de barro y veo en sus ojos amor, amor puro, que que sólo conoce una madre, aquel amor correspondido eternamente.


Tomo entre ambas manos la taza de barro caliente, suspiro el aroma acercando mi nariz y me dejo llevar, ese olor amargo del cacao, pero dulce del azúcar, combinado con el lácteo y la sutileza de la vainilla hacen que mi cerebro se detenga completamente por un segundo y comience a disfrutar; troceo el pan y lo sumerjo en el chocolate, lo llevo a mi boca y el placer total de la infancia inunda mi paladar, el dulzor penetra en mis papilas con la textura humedecida del pan, mientras imagino que soy completamente feliz...


Hablemos del cacao...


“Yollotliextli: precio de sangre y corazón”

¿Sabías que este producto era tan importante que no cualquiera podía beberlo? Entre los aztecas sólo los nobles y los que se habían distinguido en la guerra tenían derecho a consumir bebidas de cacao sin permiso alguno, mientras que la gran parte de la población sólo podía gustarla en ciertas ceremonias, y si la bebían sin licencia les costaba la vida.

Todo el tiempo relacionamos la palabra chocolate al producto como tal, o al sabor magnífico de placer que nos causa al comer algo de este producto, sin embargo pocas veces pensamos en el "cacao", fruto del que proviene este producto: chocolate.



El cacao fue un producto muy valioso dentro del mundo prehispánico, estuvo implicado tanto en la vida cotidiana como en la vida religiosa. El árbol del cacao, sus frutos y las bebidas que con ellos se preparaban tenían un gran valor médico, ritual y simbólico. Formaba parte de casi todos los aspectos de la vida de las diversas sociedades que integraban Mesoamérica: era alimento, artículo de gran importancia económica, codiciado símbolo de posición social, eficaz medicina y un medio de comunicación con sus deidades. Sus primeros vestigios corresponden a los siglos II o III.




El cultivo del cacao se extendió ampliamente por todo el centro y sur del continente americano. En el siglo XVI, el cacao se cultivaba casi todas las zonas costas del Pacífico y desde el Golfo de Honduras al norte de Veracruz en la zona costera del Atlántico. Antes de la conquista española, el cacao era el cultivo comercial más importante en Mesoamérica y uno de los artículos más significativos de comercio con Las Antillas y América del Sur.

Era tenido también como uno de los alimentos más preciados por los pueblos mesoamericanos y consumido de distintas maneras. En primer lugar, la mazorca del cacao se consumía como cualquier otra fruta, tanto sus partes chiclosas como sus granos, que podían comerse verdes o secos. Entre los aztecas se usaba también moler el cacao con maíz, formando un polvo llamado cacahuapinolli.


La forma bebible del cacao fue la que cobró mayor importancia, sin embargo, el uso gastronómico más importante del cacao era la preparación de una bebida fría, un poco amarga y refrescante que se obtenía de moler los granos del cacao, mezclarlos con distintos ingredientes y disolverlos en agua. El proceso básico de elaboración de esta bebida de cacao era muy simple, pero a partir de él se inventaron gran cantidad de variantes, se agregaban nuevos ingredientes o se variaba algún paso en su elaboración, para obtener diferentes resultados, también se podía disolver sólo cacao en agua, se le agregaban gran cantidad de hierbas, frutos y flores. La miel era el principal agente endulzante con el que se contaba, y la vainilla el más común aromatizador. Se utilizaban también colorantes que, como el axiote, pintaban de rojo el cacao, se agregaban ciertas especias como el chile y granos del árbol del póchotl.


Su consumo dependía de la región donde se realizaba, entre los indígenas centroamericanos se acostumbraba preparar una bebida que se asemeja al chocolate a la que llamaban cacao cocido, para hacerlo se extraía la manteca de cacao de las semillas, mediante la cocción de las semillas en agua, y la recuperación de la grasa de la superficie del agua, para su enfriamiento y procesamiento para la bebida. El tejate oaxaqueño, el pozol o chorote tabasqueño y el tascalate chiapaneco son alguna de las bebidas emparentadas con el cacao que surgieron entre los pueblos indígenas en la época colonial.


¿Quieres una taza de chocolate caliente? ¡Yo si!

 

Inspiraciones:


El cacao un fruto asombroso, Revista Arqueología mexicana, Edición especial 45, México, Agosto 2012

Malespín, Miguel, El cacao, Ministerios de Desarrollo agropecuario y reforma agraria, Fondo Simón Bolívar, 1982

Frederick, Hardy. Manual de cacao, Antonio Lehmann, Costa Rica, 1961

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